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¿Te imaginas un mundo en el que el 90% de las personas se comuniquen entre sí mediante la lengua de signos? ¿Cómo participarías si perteneces al otro 10% y el lenguaje te excluye? La accesibilidad convierte los derechos en realidades.
Con motivo de la celebración de la Semana Europea de la Movilidad que cada año pone en marcha numerosas actividades entre el 16 y el 22 de septiembre, en esta ocasión vamos a relacionar la movilidad y la accesibilidad mostrando ejemplos de tránsito peatonal que cada día deben enfrentar las personas con movilidad reducida o discapacidad.
Como se puede leer en la web del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, en esta Semana que se extiende a toda Europa, se trata de “sensibilizar, tanto a los responsables políticos como a los ciudadanos, sobre las consecuencias negativas que tiene el uso irracional del coche en la ciudad y los beneficios del uso de modos de transporte más sostenibles como el transporte público, la bicicleta y los viajes a pie”.
Es precisamente en estos viajes a pie en los que nos vamos a centrar hoy.
La movilidad y la accesibilidad están estrechamente relacionadas, especialmente en contextos de transporte, urbanismo y diseño de espacios. Tienen por tanto una intrínseca relación que les hace tener múltiples factores en común y que, en pocas palabras, se puede resumir en: la movilidad se enfoca en moverse, la accesibilidad en que todos puedan moverse; juntas promueven un entorno más inclusivo y eficiente. Estos son algunos de los aspectos que comparten:
- Facilitan el desplazamiento de las personas:
- La movilidad se centra en moverse de un lugar a otro de manera eficiente, segura y cómoda.
- La accesibilidad garantiza que todas las personas, incluyendo aquellas con discapacidad, movilidad reducida o dificultades sensoriales, puedan desplazarse sin barreras.
- Contribuyen a la inclusión social:
- Ambas buscan que más personas puedan participar en la vida urbana, laboral y social.
- Una ciudad con buena movilidad pero poca accesibilidad excluye a ciertos grupos, y viceversa.
- Se apoyan en infraestructuras y servicios:
- Calles, transporte público, aceras, rampas, semáforos, señalización y sistemas de transporte adaptados son esenciales tanto para la movilidad como para la accesibilidad.
- Impactan en la calidad de vida:
- Mejor movilidad y accesibilidad implican menos estrés, más independencia y mayor autonomía para todos.
La fotografía que se puede ver en esta publicación muestran algunos ejemplos de esta falta de accesibilidad: escaleras de acceso a comercios; mesas altas con taburetes en terrazas de establecimientos hosteleros que dificultan el asiento, contacto y reunión para personas con movilidad reducida; o los eventuales, y cada vez más numerosos, estacionamientos indebidos que impiden el tránsito de éstas.
En cuanto al urbanismo y los espacios públicos, es indispensable que se apliquen políticas de accesibilidad que garanticen la eliminación de barreras arquitectónicas o la señalización accesible; en transporte público se debe favorecer los vehículos adaptados y la existencia de ascensores en las estaciones; en edificios y servicios, un acceso sin obstáculos con entrada ancha y puertas automáticas.
Párate a pensar, todos conocemos el sistema de ‘Tirar’ y ‘Empujar’ de las puertas, ¿qué tiene que hacer una persona en silla de ruedas, manual o eléctrica, para ‘tirar’ o ‘empujar’ y abrir la puerta? O, ¿qué tiene que hacer una persona con discapacidad visual al llegar a un hospital en el que el turno de entrada a consulta se hace mediante pantallas visuales que carecen de sonido?
¿Te imaginas un mundo en el que el 90% de las personas se comuniquen entre sí mediante la lengua de signos? ¿Cómo participarías si perteneces al otro 10% y el lenguaje te excluye?
La accesibilidad es clave para la inclusión, porque es lo que convierte los derechos en realidades. Promueve autonomía y dignidad con un simple hecho como la instalación de semáforos con señales sonoras que permite que una persona con discapacidad visual cruce la calle por sí misma de manera segura.
Se trata de un derecho no un favor. Además, está respaldada por leyes y por la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: la inclusión depende de que haya entornos, servicios y tecnologías accesibles.
La accesibilidad es el puente que conecta la diversidad de capacidades con la participación plena en la sociedad. Sin ella, la inclusión es imposible.
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